Pu Yi: la historia del último emperador de China

October 8, 2020
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La historia de China está llena de reyes y emperadores que cambiaron el rumbo de una nación y de las que la rodeaban, sin embargo, poco se ha dicho del último emperador del antiguo reino medio. En esta ocasión te presentamos la historia de Pu Yi, el último emperador de China, un importante personaje que marcó un antes y un después en la historia contemporánea de la República Popular China.



El ascenso de Pu Yi al trono

 

En el momento de su ascensión al trono, la dinastía Qing, a la que pertenecía Pu Yi(nombre real del último emperador), estaba en declive. El joven niño era de origen manchú, un total extranjero ante los ojos de los chinos. Cabe recordar que los manchúes se apoderaron del control del Imperio a mediados del siglo XVII tras derrocar a la dinastía Ming

Más tarde, en el siglo XIX, la corrupción, las rebeliones internas y la presión imperialista de las potencias occidentales desembocaron una crisis que dejó al trono en una delicada posición.

Cuando Pu Yi llegó a la Ciudad Prohibida, hogar de los emperadores chinos desde el siglo XV, el gobierno del país estaba en manos de la emperatriz viuda Cixi. Esta mujer era conocida como Tzu-Hsi y regía desde hacía cuarenta años. 

Esta imponente mujer llegó al poder tras la muerte de su marido, el emperador Qianfeng. Tras fallecer este, Cixi colocó en el trono a un sobrino suyo, Guangxu, a quien usó como títere para controlar el imperio a su manera y antojo. Pues como bien recordaremos, estaba prohibido que una mujer reinara al imperio, así que debía hacerlo indirectamente.

Fue la propia emperatriz Cixi quien hizo traer a su sobrino nieto Pu Yi al palacio real. Sin embargo,  tuvo poco tiempo para conocerlo ya que murió dos días después. Así, en medio de un vacío político, la dinastía Qing reconoció a un niño de dos años como “Hijo del Cielo”, título que se otorgaba a los emperadores chinos.

 

El emperador de la Ciudad Prohibida pero no de China

 

El niño emperador heredó un imperio en crisis, un imperio donde los movimientos revolucionarios para derrocar a la monarquía cada vez crecían más y más. Tres años después de que el niño Pu Yi subiera al trono estalló una revolución que llevó al joven emperador a abdicar al trono.

Al joven Pu Yi se le obligó a vivir dentro de la Ciudad prohibida. En los muros del palacio real lo trataban como si aún fuera el emperador de la nación, sin embargo, el gobierno republicano era quien realmente gobernaba a la entonces República China.

La República le otorgó a Pu Yi un subsidio anual de 4 millones de dólares en plata. Sin embargo, nunca se los pagaron íntegramente y años más tarde el gobierno abolió este subsidio.

El emperador recibió educación conforme a la tradición china, pero, a diferencia de sus antepasados, también recibió una formación de estilo occidental.

A los trece años le asignaron un educador británico, Reginald F. Johnston, quien debía enseñarle la lengua inglesa, con él mantuvo una gran amistad. El valor que Pu Yi le otorgaba a su relación con Johnston es una muestra de la soledad que lo envolvió durante toda su vida

Vivió rodeado de sirvientes, y algunos años después de su llegada a la Ciudad Prohibida, uno de sus hermanos se instaló con él, aunque raramente veía a sus padres y al resto de su familia.



Un títere del Imperio japonés

 

Tras la caída de la República China en 1924 y la invasión a Beijing, los privilegios que aún gozaba el ex emperador de China fueron revocados. Pu Yi fue obligado a abandonar la Ciudad Prohibida. También fue trasladado a la Ciudad de Tianjin, la ciudad más cosmopolita de ese entonces, solo detrás de Shanghái.



En esta ciudad Pu Yi convivió con las colonias británicas, francesas y japonesas que ya se habían asentado en esta área. El ex emperador empezó a sufrir por sus finanzas ya que los excesos lo empezaron a invadir. Las multiples fiestas que realizaba y el opio lo dejaron prácticamente sin nada.

Es en ese momento en que las autoridades japonesas que ya estaban muy presentes en el país se acercaron a él. Con el pretexto de devolverle su antigua posición como emperador lo buscarón. Sin embargo, esto era una trampa, Pu Yi no tardó en caer y accedió a encabezar el gobierno de Manchukuo, un estado supuestamente independiente que los japoneses establecieron en la Manchuria ocupada desde 1931.

En la práctica, Pu Yi fue un objeto simbólico. De nuevo lo usaron como una marioneta manipulada por los nipones. Incluso lo proclamaron emperador de aquella especie de colonia tres años después. Sin embargo, su reinado estuvo estrechamente controlado por los japoneses y visitó en dos ocasiones al emperador Hirohito en Tokio.

Pu Yi no tardó en darse cuenta de su error. En privado declaraba su desprecio por los oficiales japoneses en Manchuria, pero públicamente les mostraba su apoyo y firmaba las leyes redactadas por ellos.

Era consciente del mal que los japoneses hacían, no solo a los chinos, sino también a su propio pueblo, el manchú. Sin embargo, se mostraba incapaz de enfrentarse abiertamente a ellos.

 

Sus últimos años, una vida de humildad

 

Trás la caída del imperio japonés en 1945 y la salida del ejército japonés de Manchuria, Pu Yi no tuvo lugar a donde ir. Los chinos lo rechazaban por sus actos de traición y apoyo a la ocupación japonesa.

Fue prisionero en un balneario de la ciudad de Khavarovsk en Rusia. Ahí vivió confortablemente ante bajo la tutela de los  soviéticos que no sabían muy bien qué hacer con él.

Posteriormente fue trasladado a Tokio para declarar en los juicios contra los criminales de guerra. Pu Yi no dudó en señalar a los responsables militares y políticos nipones en Manchuria. Los acusó como los culpables de todos los males ocasionados por el antiguo estado títere.

Pu Yi se salvó de ser ejecutado porque los aliados no tenían interés alguno en la figura del emperador manchú. De hecho solo lo consideraban un testigo poco menos que inútil.

En los años siguientes, Pu Yi permaneció bajo custodia soviética, pero el triunfo en 1949 del Partido Comunista Chino (PCCh), liderado por Mao Zedong , en la guerra civil china y la instauración de la República Popular cambiaron las cosas.

Tras ser liberado vivió sus últimos años como jardinero, se le asignó un trabajo como jardinero en el Instituto Botánico de la Academia China de las Ciencias. Más tarde pasó a ser archivista en una institución del PCCh(Partido Comuniasta de China). En el plano personal, se casó con una enfermera llamada Li Shu-Hsien.

Poco tiempo después murió de cáncer de vejiga. Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas depositadas en el cementerio de Babaoshan, cerca de Beijing, lugar dedicado a los héroes de la revolución, lo que demuestra que, a ojos de los dirigentes del partido comunista chino, se había rehabilitado por completo.

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En 1995 su viuda logró que sus restos fueran trasladados al cementerio de los emperadores Qing, situado a unos 120 kilómetros de la capital, donde se hallaban las tumbas de algunos de sus antepasados más ilustres.

Esta fue la vida del último emperador de China, un hombre que pasó de ser la figura más importante de China a un humilde jardinero quien aprendió las grandes lecciones de la vida.