Jueves por la noche. El escenario está listo. Se escuchan murmullos. La gente de pie, en espera del inicio de la ceremonia de inauguración de la sala permanente Corea. En el estrado se encuentra el Embajador de la República de Corea en México, Chun Bee-ho, acompañado del director del Museo Nacional de las Cultura, Carlos Vázquez Olvera; y la curadora de la exposición e investigadora del museo, Silvia Seligson.
Tras saludar a los presentes, el embajador recuerda que se conmemora el 110 aniversario de la primera migración coreana al estado de Yucatán, al igual que los 53 años de las relaciones diplomáticas entre México y Corea.
La estrecha relación bilateral y económica entre Corea y México, se fortalece con la influencia cultural que el país asiático ha trasmitido a través de la ola coreana del K-pop y los románticos, conmovedores y divertidos dramas.
Las piezas expuestas, recalca Chun Bee-ho, representan las diversas formas de vida, creencias, costumbres y tradiciones del pueblo coreano. “Bienvenidos sean ustedes a esta su casa”, señala e invita a los asistentes a pasar a la sala que lleva por nombre Corea. La tierra de la calma matutina.
En pequeños grupos de 30, los invitados recorren la exposición, el primero de ellos presencia el ritual que se lleva a cabo en toda inauguración, el corte de listón. Cautivados por las diferentes secciones de la sala, al entrar visualizan la imagen de una pareja coreana en miniatura con vestimenta tradicional, que se encuentra protegida e iluminada detrás de un cristal.
El buda del futuro se halla en la segunda sección justo en medio, es pequeño, dorado y totalmente diferente al buda que siempre se tiene en mente; en otra de las estancias se puede apreciar ropa tradicional, al igual que una tripitaka coreana, recipientes de porcelana, y el acomodo de objetos en una casa tradicional, entre otros. Cada grupo posee sólo algunos minutos para recorrer la sala pues otros esperan conocerla también.
Son alrededor de las ocho de la noche y el recital de música y danza comienza. Bailarines caracterizados con vestimenta tradicional coreana y máscaras, bailan y saltan por los pasillos del museo al ritmo del buk; más tarde, el maestro Lee Jong Ho deleita a los asistentes con danza tradicional y finos movimientos de su abanico, finalmente el grupo Seawoolim cautiva con sus percusiones tradicionales.
La exposición ha quedado oficialmente abierta, amante o no de la cultura coreana es la oportunidad perfecta para conocer más sobre la historia del país.
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