La japonesa presenta por primera vez uno de sus cuartos de espejos, en el hotel Bellagio de Las Vegas.
Por Mariela Gómez Roquero @YosoyMariela*
La puerta de un pequeño cuarto, de apenas 4×4, se abre. Caben una o dos personas, yo entro sola. Un espacio pequeño y oscuro con muchas lámparas que parpadean ligeramente. Solo pasan 45 segundos (sí, segundos) entre estar encerrada y una sensación de libertad y espacio.
Así: cierran la puerta detrás mío, saco el celular –cómo no, si vengo a ver una obra de Yayoi Kusama, todos queremos una selfie con sus obras–, comienzo a tomar video, pero la sensación de estar en el medio de un mundo alterno le gana a la necesidad de mostrarle al mundo dónde estoy. Dejo el teléfono.
La luces y mi imagen se van multiplicando, el espacio se va abriendo ante mis ojos, y de pronto vivo la experiencia de estar en un lugar infinito, no hay final, todo lo habita los millones de luces y yo. En menos de un minuto conozco el espacio eterno, lo habito. Soy eterna.
Aftermath of Obliteration of Eternity (2009) (consecuencias de la anulación de la eternidad) es el nombre de este cuarto de espejos infinitos, uno de los varios que ha hecho la artista japonesa Yayoi Kusama, y el primero que se presenta en Las Vegas. Llegó al Hotel Bellagio en noviembre de 2018 y estará ahí –no eternamente, para desgracia de los visitantes– hasta abril de 2019.
Afuera del pequeño e infinito cuarto hay otra obra de la japonesa, la mujer viva con la obra más costosa del mundo, Narcissus Garden (jardín de Narciso), compuesta por 750 esferas plateadas de 20 centímetros de diámetro –la instalación original, hecha hace 50 años, incluye 1,500, pero por el cuarto en el que está solo viajó la mitad.
“Mi idea fue traer las partes desconocidas de las personas a través del reflejo del espejo del tiempo con mi espejo”, es la frase que acompaña la instalación, mientras los visitantes a la muestra –incluida yo, obvio– buscan diferentes ángulos para tomarse fotos y verse reflejados en este mar de espejos esféricos. Yayoi parece conocer muy bien a su audiencia.
Yayoi Kusama era poco conocida en México hasta que en 2014 los mexicanos se enamoraron de los puntos de colores que invadieron el Museo Tamayo, en Ciudad de México, con la exposición Obsesión Infinita. Durante cuatro meses, las salas estuvieron llenas, las filas eran interminables y varios nos quedamos sin la oportunidad de pegar un círculo en una de las salas.
En los años 60, Yayoi vivió en Nueva York, ahí conoció a artistas como Andy Warhol y formó parte del movimiento pop. Regresó a Japón en 1974, y decidió internarse en un hospital psiquiátrico, donde aún vive, y desde donde sigue creando.
› ‘Aftermath of Obliteration of Eternity’ y ‘Narcissus Garden’ Hotel Belaggio US$15
*Mariela Gómez Roquero. Periodista especializada en estilo de vida. Tiene experiencia en revistas y periódicos impresos, en medios digitales, redes sociales, branded content y como consultora de comunicación. Ha trabajado en medios como Newsweek en Español, las revistas Expansión, Cambio y Quién, los periódicos Centro, El Universal, El Tiempo (Colombia). Este texto fue publicado originalmente en la edición de enero de la revista enViva, fue cortesía de la autora.
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