Por: Georgina Larruz Jiménez* | @LarruzMG
El horno desprendía un olor a bolillo mezclado con queso manchego y frijoles, que a su vez, se fusionaba con el verde, blanco y rojo de la salsa de pico de gallo. La televisión estaba en sintonía en la previa del segundo encuentro de la Selección Mexicana ante su similar de Corea del Sur.
Se hablaba de las posibilidades de México para avanzar a la siguiente ronda. Todos en la mesa nos aventuramos a dar un pronóstico: -Van a quedar 2-1 y anotará Chicharito. Otros menos optimistas versaban, -México hará lo de siempre: jugar feo en el partido fácil. Algunos otros daban por concretada una goleada de 3-0 a favor de los mexicanos. Los augurios, en su mayoría, eran favorables.
Se pausó todo a las 9:45 de la mañana. El café, el desayuno, incluso las aventuradas quinielas. Otra vez, la afición mexicana pintó de verde la Arena de Rostov. Aunque había serenidad en las caras de todos, existía la incertidumbre de si haría su aparición el grito de “Ehhh, puto” a pesar de las sanciones de la FIFA. Todos cantamos el himno nacional y logramos conmovernos con las estrofas y con el júbilo que transmitía la pantalla.
Las alineaciones asiáticas soltaron algunos chascarrillos: – Chin, chun, chan, Wanga, Wong, Tong, Son, ¡ah, su madre, imagínate para el entrenador qué difícil ha de ser llamar a sus jugadores!
Al momento del silbatazo inicial la sala se convirtió en una extensión de las butacas del estadio ruso. Nos hizo entrar en el modo Director Técnico de sofá, ese que nos hace dar indicaciones al equipo, de reclamar las faltas y de criticar los cambios.
Al inicio, los coreanos quitaban la pelota y daban veloces latigazos al arco de Guillermo Ochoa. Aunque no había un cierre de jugada que lamentar, crecía la ansiedad por ver a México un poco menos agresivo que ante Alemania.
La presión del Tricolor se hizo presente al minuto veinte. -Olé, olé, olé… Órale, estos coreanos andan muy cochinos; -Si no es Tae Kwon Do, chavos, ¡ya pónganse a jugar!
Las aproximaciones mexicanas fueron constantes. Miguel Layún tuvo la oportunidad de hacer el primer gol por la vía de tiro libre. -¡Coño, Micky, atínale bien, carajo!
Después del fallo de Layún, contragolpe de Lee. -No mames, no mames, no mames. El Chucky Lozano salvaba la posibilidad del gol coreano; Ochoa, imbatible ante Yoong. Las faltas persistían, la tensión crecía. -Esos contragolpes nos van a matar, esos coreanos corren bien rápido.
Los golpes a Guardado y ‘Chicharito’ persistían, pero eso no quitaba el ritmo de los mexicanos. Llegaron los tiros de esquina y los goles ahogados en las aproximaciones del número 14.
Minuto 23. -Ahorita regreso, voy por la Coca, dijo mamá. -Coño, Micky, céntrala bien, gritó, Isabel.
¡PENAAAAAAAAAAAL! La mano de Hyunsoo nos daba la posibilidad de sacudirnos la presión. No hubo VAR que pusiera en duda aquella pifia.
Todos dejamos el mollete a media mordida. Nos levantamos del sofá. Los segundos en los que Carlos Vela se acomodó desde el punto penal se hicieron eternos. Todos apretamos la mandíbula. Yo caminé de un lado a otro, sostenía mis manos sudorosas. ¡Preparen, apunten, fuego! El jugador del LAFC fue certero en su tiro. El grito de gol se escuchó en un unísono vecinal. Volvimos a sentarnos para terminar el desayuno.
-Mamá, te perdiste del gol de Vela, le dije. -¡Ya que anoten otro para matar el partido!, ella respondió.
Ochoa seguía pletórico en su portería ante los embates de los asiáticos. Ellos buscaban el empate. Los guantes del guardameta salvaron un par de contragolpes más. ¡Vámonos al medio tiempo!
-Isa, voy por tacos, ¿de qué los vas a querer?, preguntó mamá. -Uy, traeme unos de cuero, ya sabes, bien surtiditos con doble tortilla, respondió Isabel. -Bueno, ahorita voy.
-Yo creo que ya no lo empata Corea, nada más tiran pelotas a lo güey -aseguré mientras terminaba los molletes.
Volvieron las acciones. El pelotazo de Seonmin en el área chica golpeó el brazo de Carlos Salcedo, quien lo pegó al cuerpo para evitar problemas. -¡No mames, no es mano, cabrón!, decía Isabel.
-Ochoa está jugando bien, creo que ha agarrado buen nivel desde que está en el Standard de Lieja… ¡Ay, Guardado!, decía mientras él detenía algunos disparos de los asiáticos.
El Chucky logró desplegarse por casi todo el campo, evitó la barrida de la defensa, mandó centro a ‘Chicharito’ -¡GOOOOOOOOOOOOOOL!, GOL DE MI CHICHA. Los gritos otra vez tuvieron eco en la calle.
Mamá abrió la puerta y no tardamos en decirle “Ya anotó tu Chicha y fue un buen gol”. -No me digan, ya ni modo, a ver si anota otro.
-No mames, no mames, no mames Rafa. -Rafa casi hace un Willy Caballero, chale, pero bueno, tenemos a Ochoa, dijimos Isabel y yo.
-Ya me cayeron gordos los coreanos, están ya muy desesperados y le están pegando a todo mundo. Ese Lee nos va a hacer un contragolpe, gritaba Isabel mientras se deleitaba con los tacos de carnitas.
Al finalizar el partido, en ese minuto 93 que muchas veces nos ha hecho sufrir, Son Heungmin hizo el gol de la honra, un golazo que no paraba Ochoa. -Bueno, ya que se fueran con uno por lo menos.
En la sala, volvieron los conteos de puntos, los goles a favor y en contra. -El partido más interesante será el de Alemania vs Suecia, si lo ganan los suecos, ya estamos calificados.
Terminó el partido y todos aplaudimos. El futbol, otra vez nos dio alegría y, como siempre, unió a familias.
Imaginémonos más días así de chingones.
*Georgina Larruz. Pambolera de corazón, bailarina por pasión. Reportera de Deportes por vocación, me puedes leer en Pamboleras y Apuntes de Rabona. Viajera Retirada -por un momento- de las grandes cadenas deportivas. Me gusta contar la historia detrás del deporte.
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