Fuego olímpico en Seúl

August 4, 2016
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En 1988, el fuego olímpico llegó a Asia por segunda ocasión. La ciudad elegida fue Seúl. El éxito de los juegos fue tal que permitió el reconocimiento internacional de Corea del Sur como país desarrollado.

Por Israel S. Alfonso.

Sin lugar a dudas, el evento deportivo más importante a nivel mundial son los Juegos Olímpicos. No solamente por los más de 200 países que participan o por los casi 40  deportes que se practican en esta justa, sino por el significado social, económico y cultural que estos juegos representan en la ciudad sede y, por ende, en el país donde se desarrollan.

Para el país anfitrión, albergar las olimpiadas representa un privilegio lleno de responsabilidad, trabajo e inversión. Sin embargo, no todas las naciones pueden afrontarlo, pues de carecer de bases económicas sólidas, se  pueden afrontar problemas muy serios como la debacle económica que sufrió Grecia a raíz de las olimpiadas del 2004.

Caso contrario es México, país que pudo afrontar este desafío debido al buen momento económico que vivía, tras la Segunda Guerra Mundial. Otro ejemplo es Corea del Sur, nación sede de la XXIV edición de los Juegos Olímpicos, en 1988, la cual sorprendió al mundo por su estupenda organización, no sólo en lo deportivo sino también en lo social.

Del Olimpo a Seul

Todo comenzó siete años antes, en 1981, cuando el Comité Olímpico Internacional (COI), seleccionó a Seúl sobre Nagoya (Japón) como sede del eventro a celebrarse en 1988. Esta decisión significó el posicionamiento de los coreanos en el mapa mundial, ya que hasta ese momento pocas naciones eran consideras a la par del desarrollo europeo. Ésta sería la segunda ocasión, en 92 años, que el fuego olímpico ardería en una ciudad asiática, tras a Tokio 1964.

La elección de Corea obedeció a la necesidad, por parte de la comunidad internacional,  de un país que pudiera restaurar las competencias deportivas entre Estados Unidos y la Unión Soviética, ya que ambas naciones habían boicoteado las competencias veraniegas más recientes (Moscú 1980 y Los Ángeles 1984).

Fuego olímpico en Seúl

Por tanto, después de 8 años, los dos grandes bloques ideológicos de ese momento podrían enfrentarse deportivamente ante los ojos del mundo. Y nadie imaginaba que estas fueron las últimas olimpiadas que se llevaron acabo bajo la dinámica de la Guerra Fría.

El intento conciliador del COI pretendió un acercamiento entre las dos Coreas, hubo algunas platicas con Piongyang, pero las exigencias norcoreanas eran muchas y Seúl no pudo satisfacerlas. Esto derivó que Corea del Norte se ausentara de las competencias, junto con otros países de ideales similares, tales como Cuba, Nicaragua y Etiopía.



La justa representó la apertura de Corea del Sur al mundo, gracias al desarrollo tecnológico, económico y social que Seúl demostró en la organización del evento. Se crearon escenarios de primer nivel y se hizo lo necesario para recibir a turistas de todo el mundo, quienes disfrutaron de la gran hospitalidad y vasta cultura de los coreanos. Todo esto representó la consolidación de esta nación asiática como una potencia mundial en cuanto al desarrollo integral de una sociedad.

El lema de los juego fue “Harmony and Progress” (armonía y progreso), lo cual describía al país organizador. Por otra parte, la canción oficial fue titulada “Hand in hand”, interpretada por el grupo Koreana, la cual se convirtió en un éxito al estar a tono con la moda electropop de la década de 1980.

Como mascota estuvo “Hodori”, un cachorro de tigre (animal que forma parte de la mitología fundacional de la sociedad coreana, además de representar a los equipos deportivos coreanos) que poseía un semblante muy amistoso, portaba un pequeño bombín negro y un listón utilizado en la gimnasia artística.

La ceremonia de inauguración estuvo llena de música, colorido y danzas tradicionales de varios países que habían recibido las olimpiadas, y no solo de la nación anfitriona, como es costumbre; lo que simbolizó que si bien las olimpiadas se llevarían a cabo en Seúl, eran una celebración de todo el mundo. Para el clímax del evento, el encendido del pebetero olímpico,  se preparó un acto que maravilló al mundo. Después de recorrer 8 mil 693 kilómetros, la llama fue encendida por tres personalidades que representaban el conocimiento, las artes y el deporte en Corea. Ellos fueron Chung Sun-Man, un maestro escolar, Sohn Mi-Chung un bailarín y el maratonista, Kim Won-Tak. Sobre una plataforma, las tres personas se elevaron más de 20 metros hasta llegar a la cima del pebetero; ahí, encendieron el fuego que iluminaría el estadio olímpico de Seúl.

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Así comenzó la vigésimo cuarta edición de los Juego Olímpicos, donde los principales héroes deportivos fueron los velocistas estadounidenses, Carl Lewis (quien consolidó su apelativo de “El hijo del viento”) y Florence Griffith Joyner, quien siempre será recordada no solo por su velocidad sino por su glamour sobre el tartán; el halterista turco Naim Suleymanoglu, llamado “El pequeño Hércules”, quien cargó 190 kilogramos, más de 3 veces su peso.

Además del saltador de pértiga, Sergei Bubka, que implantó un nuevo récord de 5 metros y 90 centímetros en un salto, así como  los equipos de futbol y volibol de la Unión Soviética, que se quedaron con el oro tras derrotar a Brasil y Perú, respectivamente.

Mientras el fuego reinó sobre Seúl, las proezas deportivas llenaron de alegría y buenos momentos deportivos a los espectadores y naciones participantes en dicha edición de los Juegos Olímpicos. Si no tuviste la oportunidad de vivirlos, te invito a que le preguntes a tus conocidos sobre ellos y si tuviste la oportunidad de disfrutarlos, cuéntanos, ¿qué recuerdas de ellos?