Por: Aleida Guevara y Galilea Herrera
Este mes en la primera parte de nuestro especial conocimos el papel de la mujer en el continente asiático y un poco de sus luchas a lo largo de los años. Ahora toca el turno de conocer lo que significa ser mujer en Corea del Sur a través de su propia voz. ¿Qué estereotipos las han marcado durante su vida? ¿Existe una brecha entre la mujer y el hombre? Fueron nuestras preguntas al inicio de este especial, dudas que nos llevaron a entrevistar a las jóvenes de Corea del Sur, con edades y profesiones distintas, pero todas con historias en común.
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Sin duda alguna el movimiento Me Too hizo resonar en todas partes del mundo las voces de las mujeres que han sido víctimas de abusos y violencia por parte de los hombres. Corea del Sur no fue la excepción y se unió para dar apoyo a todas aquellas mujeres, que en su momento, no pudieron decir algo por temor a ser señaladas por la sociedad. La primera en hacer público, por segunda vez, su caso de acoso sexual fue la fiscal Seo Ji Hyeon, quien durante el 2010 fue simplemente ignorada y criticada.
A raíz de eso una serie de denuncias en el medio político y artístico comenzaron a salir a la luz, pero esto no se detuvo en las esferas de los altos mandos. Jóvenes universitarias, profesionistas y trabajadoras se unieron al movimiento, comenzando a hacer públicas sus historias y motivando a otras mujeres.
Brecha salarial
“He sido acosada y hostigada sexualmente. Muchas mujeres sufren acoso sexual”, comenta la joven de 23 años, Ji Hui Choe y quien es estudiante en la Universidad de Dankook. En Corea, como en otros países, la mujeres deben encajar en ciertos roles y características que la sociedad considera como apropiados de acuerdo con su género. “La sociedad enfatiza que siempre debes ser amable y sino se tilda a la mujer de no tener sentido común o poseer gran valor”, agrega Choe.
Así como Choe, la oficinista Soo Hyun Jang, de 27 años, ha sido víctima de la desigualdad dentro de su espacio laboral: “Hablando de trabajo, las mujeres recibimos menos salario que los hombres, sólo por ser mujeres. He recibido menor salario mensual que los hombres aunque he trabajado más años que ellos”. Incluso, Jang recordó un momento que la marcó durante el periodo de entrevistas para conseguir trabajo: “Durante una de ellas los entrevistadores me preguntaron `¿qué harías después de casarte?´”. En el mundo laboral existe una brecha entre hombres y mujeres, los primeros suelen tener mayor oportunidad de conseguir y mantener un trabajo, así como mayor paga.
Mujeres contra corriente
Kim Min Suk tiene 35 y estudia su doctorado en la Universidad de Texas, su familia se conforma por sus padres y tres hermanas, siendo ella la mayor. Min Suk recuerda entre risas que lo más difícil y que la marcó fue el no haber nacido varón. “Suena muy fuerte, pero en los años 80 y 90 Corea era bastante confucianista, dicho de otro modo, machista. Mi madre tenía la responsabilidad de procrear un varón que pudiera heredar la sangre y el apellido”, cuenta.
“Siempre tuve la presión de ser mejor que un hombre, porque todos me decían que era la única manera que mi papá podía hacer gala en público, ante sus amigos o parientes“,- continúa – “todavía mi papá me llama ´hijo mayor´ de broma, pero eso muestra que él pone en mi el rol del hijo mayor”. Corea del Sur, al igual que México, contaba con la preferencia hacia los hijos varones, pero esta tendencia ha disminuido con el paso del tiempo. Algunas madres ya no sienten la presión de tener forzosamente como primer hijo un niño, a pesar de ello en muchas familias todavía perdura esta idea.
En el caso de Eva, de 21 años y estudiante extranjera universitaria, su vida no se ha visto marcada por la discriminación o desventaja por ser mujer. Sin embargo sabe que al momento de conseguir un trabajo conocerá ese sentimiento: “Nunca me he sentido en desventaja con los hombres, pero tal vez cuando entre a una compañía coreana puede que me enfrente a ese sentimiento”.
Hace unos meses, Paola Ruíz, de 20 años, llegó a Corea del Sur desde México con la finalidad de continuar sus estudios. Durante todo el tiempo que lleva viviendo en Seúl cuenta que jamás se ha sentido en desventaja por ser mujer. A pesar de esto ha sido testigo de eventos que la han marcado: “A los hombres extranjeros, dependiendo de dónde vienen, los tratan con un poquito más de respeto, como si fuesen hombres coreanos”. Mientras que para las mujeres extranjeras la cosa es distinta, “a las mujeres blancas también se les tiene un prejuicio grande, porque consideran que son de “mente más liberal”, agregó.
El mundo laboral coreano es, desde el punto de vista de nuestras entrevistadas, el más desigual para ser mujer. Incluso como extranjeras, tanto Eva como Paola son conscientes de que en Corea existe una diferencia salarial en la que las mujeres tienden a ganar menos dinero. La inequidad de género no solo aplica en el salario, Choe cuenta que “los hombres tienen más ventajas que las mujeres en el empleo y la promoción (ascenso de puesto). En una empresa, aunque una mujer sea la más indicada para el puesto, elegirán al hombre sobre de ella”, afirma.
Las empresas apelan a que las mujeres, al momento de que contraigan matrimonio y sean madres, no podrán cumplir con su trabajo. “A las mujeres se le hacen preguntas tales como “¿qué debo hacer si tienes un hijo más adelante?” Y cuando te haces mayor, la empresa puede despedirte o removerte injustamente”, cuenta Choe. Para Jang la situación no es tan diferente cuando habla del papel de la mujer como madre con empleo, “al tener hijos es inevitable el rompimiento de la carrera profesional”.
También Min Suk se ha cuestionado sobre el por qué ser mujer no significa que se pueda ser profesionista y madre de familia al mismo tiempo, “he observado que muchas mujeres con educación universitaria dejan su trabajo y la carrera por el matrimonio o por tener hijos. Aún no puedo entender por qué sólo las mujeres tienen que encontrarse en una situación en la que deben de seleccionar entre el éxito profesional, el matrimonio o ser madres, ¿porque es difícil conllevar bien las dos cosas?”.
Las mujeres en Corea del Sur pudieron emplearse en fábricas, instituciones y otros sectores económicos durante la Guerra de Corea, esto debido a la gran cantidad de hombres que se encontraban en el servicio militar y la necesidad de cubrir la mano de obra. A partir de entonces han ido ganando terreno; desde 2016 existe un 58% de mujeres coreanas trabajadoras, aunque las estadísticas también indican que ganan 37% menos salario que los hombres y solo el 2% puede ocupar cargos superiores, informan datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) durante el 2017.
Mujer, sinónimo de buena madre y ama de casa
Corea del Sur construyó sus propios esquemas sobre la mujer ideal, como todo país y toda época. Algunas de ellas impuestas desde los días de la Dinastía Joseon y el confucionismo, sobretodo con respecto al papel y las tareas que debe tener una mujer. Durante este periodo las mujeres se dedicaban por completo a las labores domésticas y la crianza de la familia. “Esta ideología confuciana comparaba a la mujer con una subordinada, una persona que debía obedecer al marido sin objeciones y que tenía que ocuparse de la casa”, explica la investigadora Lucía Alonso Sánchez de la revista académica, originaria de España, Kokoro.
Actualmente, para los habitantes coreanos ser mujer tiene una clara definición y para describirla Ji Hui Choe nos cuenta en cuatro frases cómo piensan los adultos y hombres jóvenes de su país. “Las mujeres tienen que cocinar bien, las mujeres son todas bonitas, las mujeres deben tener cuidado, las mujeres deben casarse”. Entonces, ¿qué pasa si quemas el agua, no tienes la piel perfecta y no te quieres casar?
Dentro de su núcleo familiar Soo Hyun Jang también ha experimentado la diferencia entre ella y su hermano, “mi mamá piensa que yo tengo que saber cocinar bien para ser buena esposa, aunque mi hermano no sabe nada de cocina no se preocupa por él”. Con el tiempo estas costumbres se convirtieron en leyes. La presión tanto familiar como social que se ejerce en Corea representa un gran peso para las mujeres, un ejemplo es el matrimonio: “las mujeres deberían casarse antes de los 32 o 33 años, pero no hay problema con la edad para los hombres”, agregó Jang.
Sobre la presión por contraer matrimonio Min Suk contó un momento que la hizo sentirse traicionada por sus padres: “a los 28 años tuve que decidir entre ir o no a Estados Unidos para sacar mi doctorado. Mis padres que siempre me apoyaron con mis estudios y que estaban muy orgullosos de su hija con maestría, me dijeron que ya tenía que casarme con el novio con el que llevaba cerca de 7 años saliendo. Le dieron menos importancia a mi sueño de seguir adelante con mis estudios en un país extranjero. Me sentía traicionada porque fueron ellos quienes me habían criado como una mujer independiente y profesional, igual que a un hombre”.
La diferencia de edad y generación entre las entrevistadas salta a la vista cuando se habla de los estereotipos sobre ellas. Mientras que para Soo Hyun Jang, Ji Hui Choe y Min Suk fue muy marcado el rol que deben seguir, para Eva es algo que está cambiando, “existe la idea de que las mujeres tienen que hacer los deberes domésticos y ser amas de casa, pero creo que eso está cambiando poco a poco. Por ejemplo mis padres no piensan que las mujeres deban estar en casa”.
Aún con estos cambios dentro del pensamiento actual las mujeres deben usar falda, gustarles el color rosa, ser y hablar bonito, así lo describe la oficinista Jang. “No era una niña así, tímida, callada, como esperaban los adultos. No seguí las palabras de mis papás y mis maestros: ‘Soohyun, deberías ser bonita’, ¡No quiero ser bonita!”.
#Metoo a la coreana
“Las víctimas de abuso podían denunciar con coraje y más valor que antes. Me di cuenta de que las víctimas no fueron violentadas por sus propias fallas, es un problema aún mayor que eso. Creo que el movimiento también fue útil para que los hombres puedan reducir un poco el abuso sexual y la agresión hacia las mujeres”, enfatizó Ji Hui Choe.
Con la llegada de movimiento #Metoo al continente asiático, Corea del Sur resaltó por el número de casos de acoso sexual que se fueron presentando en la política y en el medio del entretenimiento. Como una ficha de dominó el #MeToo demostró que aún en pleno siglo XXI las mujeres coreanas son víctimas de acoso y que deben callarlo para no ser señaladas y enjuiciadas por la sociedad.
“Esto es descubrir la verdad, lo que vivieron las mujeres de cerca sobre el acoso sexual. Los criminales eran políticos, profesores, actores. Hay muchas víctimas que no pudieron hablar por el abuso de poder”, explicó Soo Hyun Jang. Las voces de las mujeres víctimas de acoso y desigualdad han hecho que el gobierno de Moon Jae In, actual presidente del país, se comprometa a darle solución y a endurecer las leyes.
Entre los personajes involucrados en casos de acoso sexual se encuentra el actor Jo Min-ki, quien hace una semana se suicidó pidiendo disculpas a su familia y a las alumnas de las que había abusado. En la lista de acusados también figura el poeta Ko Un, el cineasta Kim Ki-duk, al igual que el director de teatro Lee Youn-taek y el gobernador Ahn Hee-jung.
Las voces femeninas como las de la asistente Kim Ji-eun y la fiscal Seo Ji-hyeon han promovido que muchas mujeres más se levanten para denunciar el acoso sexual. A pesar de ello, algunas actrices han preferido mantener el anonimato, “se preocupaban por lo que dijera el público respecto al acoso sexual, pero después del #MeeToo algunas personas tenían más confianza”, indicó Eva.
Después de las manifestaciones del 8 de marzo, la ministra de Igualdad de Género y Familia, Chung Hyun-back, confirmó que se aumentarán las penas por violación de 5 a 10 años, mientras que las de acoso incrementarán de 2 a 5 años. Además se castigará a quienes encubren estos delitos.
Algo queda claro, todas ellas se enfrentan todos los días a los problemas que representa ser mujer. A pesar de los prejuicios y los estereotipos sociales, cada pequeña denuncia, cada ideal de ser una misma por encima de las expectativas significa estar un paso más cerca para la transformación social, la libertad femenina y la equidad de género.