Por Daniela Murillo
Hace unos meses, “Cocorí”, del célebre escritor Joaquín Gutiérrez, estaba en las conversaciones de todo Costa Rica. El motivo era que estaba a punto de ser removido de la lista de lecturas obligatorias para los niños en edad escolar. Los motivos y críticas sobraron. Todo el país se alzó en contra de la censura de un libro. ¿Cómo se nos iba a impedir seguir compartiendo con otras generaciones las enseñanzas -repito, buenas o no- de un libro que había acompañado la infancia de miles de nosotros?
Es por esto que lo ocurrido en Corea desde hace varios días, me toma con asombro. Como costarricense me cuesta entenderlo: en los próximos días, cientos de maestros y escuelas serán sancionados por protestar a favor de conservar su derecho a la libertad de cátedra. Las escuelas coreanas, de aquí al 2017, enseñarán la historia de su país con un solo libro editado por el gobierno, el “Libro de la historia correcta”.
Pongamos las cosas en perspectiva. La idea de editar un libro de una sola historia data de los años 70, cuando gobernaba Park Chung-Hee, el padre de la actual presidenta. Con la estabilización de la democracia y los gobiernos progresistas, lo planteado se fue dejando de lado y abrió la posibilidad que los docentes tuviesen ocho opciones a escoger. Aunque de publicación privada, estos libros pasaban la revisión y autorización del Ministerio de Educación.
Se piensa que los libros actuales generen tendencias “izquierdistas” y “pro-Norcorea” a los estudiantes. El temor hacia el comunismo es un fantasma muy grande en el sur de la península coreana. La “ley de seguridad nacional” prohíbe aún la asociación o distribución de materiales en contra del gobierno, bajo la etiqueta de ser acciones influenciadas por el comunismo del Norte, y pueden alcanzar una penalización de hasta siete años de cárcel.
La última encuesta muestra que un 53 por ciento de los coreanos se oponen a la medida de tener un solo libro de historia, mientras que el 90 por ciento de los maestros, muestra la misma posición. Hace unos días, rondó por las redes sociales un manifiesto firmado por más de 200 coreanólogos, fuera de Corea, que también condenan esta decisión. Sin embargo, el gobierno parece seguir firme con su medida, pues planea fuertes sanciones contra más de veinte mil maestros y activistas que se pronunciaron públicamente. La ley coreana estipula que los trabajadores públicos están incapacitados de tomar acciones que puedan interpretarse como “políticas”.
El sábado pasado, en el corazón de Seúl, 20 mil policías fueron movilizados para detener una protesta pacífica en contra de esta y otras medidas del gobierno. Según registros, la participación en la marcha fue de 130 mil personas. Cañones de agua mezclada con sustancias tóxicas fueron lanzados contra los protestantes, pues ellos intentaban pasar la barricada policial que les impedía el paso hacia la Casa Azul -la casa presidencial-. La contención policial dejó un número indeterminado de personas heridas que, según los organizadores de la protesta, rondan los 500.
¿Cuál es el problema con esta protesta? Que ahora se intenta incriminar a los participantes en violencia e instigación a la policía para que respondiera como lo hizo. Los cañones de agua fueron lanzados en su capacidad máxima desde el principio, apuntando a las cabezas de los manifestantes, y siguieron a pesar de que estos ya habían sido abatidos.
Esta es una forma de proceder sumamente inadecuada, pues entra en contradicción con su protocolo de uso. Además, desde 2011, las barricadas policiales son ilegales y criticadas por organismos internacionales -recordemos que una historia similar a la del sábado ocurrió el 18 de abril del presente año en la protesta conmemorativa del hundimiento del Sewol-. En las redes sociales ronda el hashtag #PrayforKorea, acompañado de frases como “un país que no tiene pasado, es un país que no tiene futuro”.
En todos los países existe la lucha por cómo presentar su historia. Lo importante es que la gente conozca todos los matices de la misma, no sólo para evitar faltar a la verdad, sino también para respetar el dolor y sacrificio con el que se escriben los hechos. Corea es un gran país que no debería sentirse amenazado porque sus ciudadanos protesten por lo que creen correcto. Habiendo estado personalmente en protestas pacíficas relacionadas al Sewol, puedo constar que generalmente estas están llenas de gente que solo está defendiendo lo que piensan. Los coreanos deberían sentirse orgullosos, pues son estos los mismos ciudadanos que lucharon por el progreso y la democracia de su país, y pararlos sería frenar el impulso del mismo.
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