Prensa, mafia y altos mandos gubernamentales son los ingredientes perfectos para un reinado de corrupción. Así lo plantea el director surcoreano Woo Min Ho, en su última película Inside Men (2015). Un thriller policiaco que narra, de manera anacrónica, las alianzas y traiciones del criminal An Sang Goo, el jefe editor de un importante periódico Lee Gang Hee y Jang Pil Woo el próximo candidato presidencial.
Tras una serie de sospechas del fiscal Woo Jang Hoon, su única y obsesionante misión se concentra en revelar públicamente las actividades de los poderosos. El filme está basado en el webtoon llamado The Insiders del artista gráfico Yoon Tae Ho, además de ser una de las grandes taquilleras del cine asiático durante su periodo de estreno.
Entre flashback e historias paralelas, los detalles se revelan poco a poco manteniendo la tensión a pesar de la extensa narración. Estéticamente clásico y apegado a las pautas visuales de las películas policiacas, su propuesta va hacia la denuncia.
En este film el protagonista es el actor Lee Byung-Hun, conocido por su papel en el drama televisivo IRIS (2009) y la película estadounidense G.I. Joe: El origen de Cobra (2009). Quien interpreta a un desaliñado y vengativo jefe de mafia, el gran antihéroe de la historia. Junto con el actor Cho Seung Woo, el fiscal de grandes convicciones con un alto sentido de justicia, lucharán por revelar los negocios del editor Lee Gang Hee y el sucesor presidencial Jang Pil Woo, interpretados por Baek Yoon Sik y Lee Kyoung Young, respectivamente.
No es casualidad que en esta cinta exista una seria crítica al sistema político coreano. El espectador puede imaginar qué tan cercana es la propuesta del director a la realidad, si se recuerdan casos como la destitución de la presidenta Park Geun Hye. Tanto en la ficción como en la realidad, parece que hasta convertirse en serios escándalos es que las autoridades darán señales de investigación y solución a la corrupción.
Es necesario observar los secretos a voces por medio de la pantalla para recordar la delgada línea entre lo irreal y lo tangible. Los ciudadanos esperan más finales felices en la vida cotidiana, menos corrupción y un mundo donde los que abusan del poder paguen las consecuencias, al menos hasta el siguiente escándalo en medios de comunicación.
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