Por Eduardo Luciano Tadeo Hernández
Desde México, pensar a Corea (el Norte, el Sur y la diáspora) se ha convertido en un quehacer cotidiano, pues tiene relación con mi espacio profesional, vínculos amistosos y gustos gastronómicos. Después de un tiempo, caigo en cuenta que esa búsqueda por “lo coreano” también me acompaña en mis travesías por el mundo. Tan pronto llego a un lugar, los sentidos, el gusto, imponiéndose muchas veces, se disponen al encuentro de espacios e historias que me permitan acercarme a Corea, fuera de la península coreana y de México.
Canadá no ha sido la excepción. En las primeras semanas en Kingston, ciudad localizada en la provincia de Ontario, surgieron dos asuntos relacionados con Corea en medio de charlas con académicos canadienses: por un lado, la presencia de restaurantes coreanos en la ciudad y por otro, el hecho de que varios de los restaurantes de sushi tenían a coreanos por dueños. Opté por seguir la pista sobre lo primero, porque, si les soy honesto, antes de que me señalaran la existencia de restaurantes en la ciudad, ya había identificado al menos dos en una de las calles principales.
Sobre Princess Street, una de las calles donde sucede parte de la vida gastronómica y cultural de la ciudad, localicé dos restaurantes coreanos, separados por una cuadra, en diferentes lados de la calle. Uno, de hecho, el primero que conocí, lleva por nombre “Gangnam Style”, haciendo alusión al éxito musical del artista surcoreano Psy en el 2012.
El sitio tiene dos ventanales grandes, por lo que se puede observar con facilidad a los comensales. Dentro, se encuentra una imagen a gran escala sobre la pared, que representan la vida en Corea del Sur. Sentado en una mesa con vista a la calle, ordené ramen con mariscos y dumplings y me acompañó el tradicional kimchi como guarnición. A diferencia de “Gangnam Style”, el otro restaurante, “PodoNamu”, nombre que hace alusión a una planta de vid, es un lugar un tanto más discreto en su fachada, pero una vez dentro, el sitio se expande. Parte de la decoración es una serie de luces que crean un ambiente más festivo. En esta ocasión ordené Kimchi-jjigae, pues era un día lluvioso. En ambos restaurantes, se escuchaban al menos dos idiomas continuamente, coreano e inglés, a veces desde las mismas mesas.
Después de la comida viene la calma. Decidí continuar otras búsquedas en Kingston, pero ahora desde la Universidad de Queen’s. Las pistas me llevaron a los grupos estudiantiles. Para mi sorpresa existen al menos cuatro: Hiel, un club ligado a la iglesia coreana de Kingston; Queen’s Korean Studies Association (QKSA), abierto a cualquier persona interesada en la cultura coreana; Association of Korean-Canadian Scientists and Engineers (AKCSE), que apoya en el desarrollo académico y profesional a los estudiantes de ciencias e ingenierías; y Queen’s Han Voice, un capítulo de una asociación que, en el marco de esta universidad, busca movilizar a los canadienses para influir en el cambio de vida de los norcoreanos. La diversidad de intereses de los coreanos en esta pequeña comunidad, a partir de estas asociaciones, me llevo a preguntarme: ¿cuál es la historia de la migración coreana a Canadá? Una primera respuesta la encontré en una investigación académica.
Tuit, publicado en 2013 por la agencia gubernamental entonces llamada Citizenship & Immigration Canada (CIC).
“Cómo los coreanos hicieron de Toronto su hogar” (How Koreans came
to call Toronto home) es un artículo publicado por Kim Jung-Gun en 1984, este texto es un capítulo de su tesis escrita en la Universidad de Toronto, acerca de los misioneros canadienses en Corea y de los primeros inmigrantes coreanos en Canadá. De acuerdo con la investigación de Kim, los primeros vínculos entre Corea y Canadá se establecieron gracias a los misioneros canadienses cristianos que viajaron a la península coreana hacia finales del siglo XIX. Es en este contexto que el primer coreano que se convierte en residente permanente en Canadá es Whang Tae-yon, quien llega en 1948 como médico interno, patrocinado por los misioneros canadienses. Posteriormente, Canadá se convertiría en un destino estudiantil para los coreanos y otro tipo de inmigrantes, relacionados con los misioneros canadienses, aunque ya para la década de los sesenta y setenta aumentaría el ritmo migratorio de los coreanos y con ello la diversidad de sus perfiles. Según la Embajada de Corea del Sur en Canadá, en el país hay en la actualidad 220, 000 personas de origen coreano.
Es cierto que hay innumerables historias que contar acerca de los coreanos en Canadá, pero, por ahora, es tiempo de que yo detenga este recorrido serendípico, aunque también intencional, desde este sitio norteamericano. Pero, que esto no los detenga a ustedes en la búsqueda “de lo coreano” en cualquier parte del mundo donde se encuentren, quizá, si tenemos suerte, nos encontramos en el camino.
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